Fecha
10 febrero 2023

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Actualmente las siglas ESG (Compromiso social, ambiental y de buen gobierno de una empresa) están de moda. En algunos casos, usadas por las empresas como estrategia de marketing, conocida como Greenwashing, pero, en muchos otros, ya formaban parte de la esencia misma o carácter de éstas desde el momento de su creación. Son factores que han existido siempre pero sin publicitarse explícitamente como parte intangible de la imagen reputacional de las empresas y su credibilidad.

En 2015 esto cambió con la publicación por parte de la ONU de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Con ello se dio un impulso a la sostenibilidad acompañado, posteriormente, por otros acuerdos y nueva normativa a cumplir por parte de la UE. Gracias a este liderazgo se crearon unos estándares no unificados globalmente para poder valorar a las empresas según el grado de cumplimento en términos ESG, dependiendo del nivel de sostenibilidad que aportan.

Sin embargo, al aplicarse surgen algunas dudas:

– Los estándares son distintos y con restricciones más o menos estrictas según países.

– Las empresas que otorgan estos ratings tienen distintos parámetros para evaluarlos. Consecuentemente, una empresa tiene valoraciones distintas según quien le otorga el rating.

– Las empresas más pequeñas y, normalmente más centradas, aún en su crecimiento y viabilidad no tienen rating o aportan aún poca documentación al respecto.

– Estos ratings son estáticos. Se centran en lo realizado por la empresa y no en sus proyectos futuros.

En muchos casos, empresas que innovan y progresan constantemente tienen un peor rating que aquellas que por su negocio aportarían menos en estas métricas. Por ejemplo, la petrolera BP tiene una mayor puntuación (69 por RobecoSAM) que Adyen (26 por RobecoSAM). El primer caso se trata de una empresa cuyo principal negocio es el petróleo y su refinado. En cambio Adyen, como plataforma internacional de pagos, aplica un alto grado de digitalización, eficiencia al incluir todos los pagos y mejora continua al utilizar el machine learning (inteligencia artificial) en sus procesos. Ello también la hace más asequible en mercados emergentes.

Como inversores de largo plazo debemos mirar el futuro. Buscar aquellas compañías que vean oportunidades de inversión que generen rentabilidad y por ende un progreso para la sociedad ya sean:

Empresas disruptivas que inviertan actualmente en nuevas tecnologías, servicios, etc. con el objetivo de buscar nuevas oportunidades y aportar valor y progreso a largo plazo. Podrían ser empresas de inteligencia artificial y sus múltiples aplicaciones. Hoy en día, por métrica ESG, tendrían una valoración baja.

Empresas ya existentes que buscan adaptarse a la situación actual. Normalmente por métrica ESG ya partirían de unas valoraciones más altas. Un ejemplo es Holcim, una cementera que busca soluciones para reducir sus emisiones además de adaptar sus productos para ser más sostenibles.

Actualmente la sociedad y las empresas están más centradas en la E (environmental, es decir, aspectos relacionados con el medio ambiente como son la huella de carbono, reducción de CO2..) pero la realidad es que la G (gobernanza) es donde se debe incidir más. Es la gobernanza la que lidera una empresa e imprime su filosofía y esencia.

Por otro lado, la incorporación de la variable S (sostenibilidad) conlleva un cambio de paradigma en la valoración de las empresas:

– Valorar la rentabilidad tangible (económica) pero también la intangible (imagen, credibilidad, impacto) que se genera.

Conlleva tener en cuenta no solo el corto plazo sino también el largo plazo. Hasta ahora, un gran número de compañías prefieren remunerar al accionista en el corto plazo (vía dividendos o recompra acciones) en lugar de invertir en su propio futuro.

Afortunadamente, este escenario está cambiando con una visión más socialmente responsable. Más de 200 CEOs de grandes compañías como Apple, Microsoft o Amazon sostienen que dar valor al accionista deja de ser su principal objetivo. Ahora, el objetivo es la rentabilidad financiera pero también realizar una contribución positiva a la sociedad. Por ejemplo, Alibaba, empresa china que da acceso a las empresas al Marketplace online y permite acceder y vender desde cualquier sitio físico. Además, está presente en la mayoría del sudeste asiático permitiendo dar acceso y generar oportunidades de desarrollo. También cuenta con el programa Taobao para impulsar zonas rurales. En una economía circular como la actual son estrategias ganadoras para ambas partes.

– Mantener al co-inversor como eje del negocio pero en interrelación con la sociedad (mejora con proveedores, empleados, colaboradores, etc. incorporando, por ejemplo, mayor digitalización.

Consecuentemente, redundar una mejora final hacia el co-inversor y la sociedad en su conjunto). Una empresa sólo puede tener éxito de forma sostenible si atiende bien a sus clientes, motiva a sus empleados, trata a sus socios de manera justa, invierte lo suficiente, paga impuestos y no daña al medio ambiente.

Como gestores/selectores de fondos debemos invertir en aquellas compañías/oportunidades basándonos en el progreso que pueden aportar al co-inversor y a la sociedad en el largo plazo y no en el rendimiento del precio de la acción en el corto plazo.

En definitiva, dar un sentido a la rentabilidad.

En Ginvest, desde el 4 de noviembre de 2022 ya formamos parte de los 4.000 firmantes del PRI: organización global que incentiva y apoya la adopción de prácticas de inversión responsable en el sector de las inversiones.

La incorporación tiene en cuenta los factores de buena gobernanza, sociales y medioambientales en la toma de decisiones de inversión. No sólo son importantes las variables de rentabilidad y riesgo, sino también el impacto que generan estas decisiones que, en última instancia, aportan o restan valor a las inversiones en el largo plazo.

Buscamos ayudar a contribuir a un sistema financiero global más sostenible. Este es un primer paso hacia un mayor compromiso sostenible.

Fecha
10 febrero 2023

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