El precio de la acción de una compañía en bolsa es la suma del componente racional (valor por fundamentales de la compañía) más el componente irracional (comportamiento del inversor según su nivel de confianza, reflejando la valoración que hace de ella).
En cambio, el precio de una compañía no es más que la valoración por fundamentales de ésta. Incluye la parte tangible, es decir, básicamente los flujos de caja futuros que se espera genere la compañía y la parte intangible, el resto.
Si analizamos más en detalle este último punto veremos que la valoración de una empresa depende de la valoración que se haga de cada uno de estos siguientes cuatro factores:
– Oportunidades de crecimiento
– Ventaja competitiva
– Gobernanza sostenible
– Balances financieros sólidos
Hasta hace pocos años, la valoración de una compañía se centraba fundamentalmente en el último punto: el análisis de los balances. Puesto que, el crecimiento futuro era bastante predecible.
Por ejemplo, una fábrica de galletas que iba incrementando ventas, hasta que llegaba al límite de su capacidad productiva, entonces debía construir una nueva fábrica para satisfacer la demanda. Es decir, costes e ingresos eran bastante predecibles.
Actualmente, el mundo es cada vez más disruptivo, los cambios penetran y son adoptados cada vez más rápido por la sociedad. Por ejemplo, una empresa de software, una vez desarrollado el producto, las ventas son directamente escalables sin necesidad de aumentar costes. De este modo, la parte de crecimiento e ingreso es más difícil de predecir.
Asimismo, a parte del análisis de sus balances, cada vez hay más factores intangibles para valorar una compañía a tener en cuenta:
– Escalabilidad en ventas
– Imagen de marca
– Sostenibilidad
– Buen gobierno
Por otro lado, existen métricas usadas para valorar compañías que no recogen los gastos en I+D, digitalización, etc. pero que forman parte del valor intrínseco de la compañía también.
Estudios recientes demuestran que los beneficios son cada vez menos relevantes hoy que en el pasado.
Es por ello que los analistas, dependiendo de las métricas utilizadas, darán distinta valoración y, por tanto, distinto precio de referencia y diferente recomendación para una misma compañía.
De la misma manera, algunos también clasifican las empresas como valor o crecimiento según tengan múltiplos mayores o menores en determinadas métricas.
Creemos que no hay estilos de inversión distintos sino sólo distintas maneras de valorar. Cualquier inversor de largo plazo tiene el mismo objetivo en mente: buenos modelos de negocio en que invertir.
Estos buenos modelos de negocio, en general, tienen ventajas competitivas sostenibles que demuestran su poder de crecimiento en el largo plazo. Son los fundamentales (margen y crecimiento ventas) los que aportan valor en el largo plazo. Todo depende de la valoración que se haga de los factores antes mencionados.