Fecha
1 junio 2022

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El cambio climático es, a día de hoy, un tema obligado en las preocupaciones de todo ser responsable y en las discusiones de cualquier gobierno. Es indudable que, las consecuencias irreversibles de tal fenómeno, han ido en aumento durante las últimas décadas y que han dejado a su paso, huellas demoledoras.

Si además sumamos la desigualdad social, la precariedad laboral y el descontento de las comunidades, encontramos una sociedad a punto del colapso.

Como consecuencia, y con el fin de combatir este desastre climático y social, los diferentes gobiernos y entidades privadas están desarrollando sus propias medidas locales para mitigar este impacto.

Todos estos cambios negativos, no únicamente conllevan consecuencias desfavorables, sino que también crean caminos hacia la concienciación. Por esta razón, movimientos como el #metoo (#yotambién) o el estilo de vida zero waste (residuo cero), aparecieron en nuestras vidas para revolucionar conciencias. Porque, como ya se ha demostrado en tantísimos precedentes, no existe revolución si previamente no hay una evolución en las conciencias.

Años atrás se podía afirmar contundentemente que el sector financiero era concebido como el punto opuesto a la sostenibilidad y la ética. El “dinero fácil y rápido” era el único motor que movía al inversor, sin tener en cuenta los efectos colaterales que su inversión podría generar. Sin embargo, a día de hoy, la Inversión socialmente responsable es el nuevo concepto de inversión más distinguido entre los inversores.

Pero, ¿Cómo definimos esta nueva corriente que llena las inversiones de significado y valor?

La inversión socialmente responsable es un estilo de inversión que se caracteriza por integrar los criterios ESG (entre otros) en el proceso de análisis y selección de los valores de las carteras de inversión. Esta, tiene como objetivo analizar variables que van más allá de la rentabilidad y lo puramente financiero.

Y, ¿en qué consisten estos criterios “ESG”?

Los criterios ESG son los factores ambientales (E: environmental), sociales (S: social) y de gobierno corporativo (G: governance) que se tienen en cuenta en el momento de decidir si se invierte -o no- en una empresa y/o fondo de inversión.

 

Diciéndolo en otras palabras: Por la parte ambiental y social, es el impacto que la empresa y/o fondo de inversión tiene sobre el medioambiente y la comunidad. Y, por la parte de gobierno corporativo, se refiere a cuál es el impacto que tiene la estructura actual de la empresa, es decir, de sus accionistas y de la administración, entre otros. Entendemos también que una buena gobernanza se mide, especialmente en la igualdad de oportunidades y derechos para todas las personas relacionadas con la empresa, desde miembros de la junta de accionistas, hasta empleados, proveedores, clientes, etc.

Tras meditar lo anteriormente expuesto, seguramente nos demos cuenta de que es imprescindible que cualquier empresa y/o fondo de inversión donde vayamos a destinar nuestros recursos, debe seguir estos criterios para obtener buenos resultados y ser mínimamente responsable.

Para el 75% de los grandes inversores a nivel mundial, el cambio climático es ya un factor significativo o clave para su política de inversión, según una encuesta realizada por Robeco. Este cambio en la mentalidad de los inversores ha movido los cimientos de las empresas y grupos financieros, ya que se han visto obligados a cambiar sus criterios y metodologías de inversión.

 

Y no únicamente el sector financiero ha tenido que adaptarse. Muchas empresas conocidas por todos han incorporado expertos en sostenibilidad entre sus filas para satisfacer las preferencias de sus consumidores. Con ello ha nacido también una tendencia que bien todos conocemos: el greenwashing.

El greenwashing (o lavado verde) consiste en una forma de “propaganda verde” en la que se expone, de manera engañosa, una percepción de que los productos, objetivos o políticas de una organización son respetuosos con el medio ambiente, con el único fin de aumentar sus beneficios.

Saber diferenciar las empresas que siguen esta mala-praxis, de organizaciones que realmente aplican metodologías sostenibles en sus procesos, es trabajo de los gestores de inversión (entre otros) al evaluar diferentes opciones. Por ello, la aplicación de los criterios ESG en la metodología de inversión es tan importante.

Como confirmó la profesora Amelia Miazad de la Universidad de Berkeley, “más de una cuarta parte de los activos totales bajo gestión se invierte ahora en empresas socialmente responsables. Este giro hacia la sostenibilidad ha ganado terreno sólido en los últimos años, ganándose el compromiso de cientos de directores ejecutivos y dominando la agenda empresarial mundial”.

En Ginvest, siempre hemos aplicado los criterios ESG a la hora de tomar decisiones de inversión, independientemente de la normativa o las cascadas informativas de cada momento, ya que consideramos que la sostenibilidad de los modelos de negocio y sobre todo, la buena gobernanza es fundamental. Gracias a esta gestión, se minimizan los riesgos y se crea valor, no sólo para los inversores, sino también para todas las partes interesadas de la organización, incluyendo la sociedad en la que se opera. En conclusión, no sólo intentamos obtener una rentabilidad elevada, sino que también intentamos darle un sentido a la misma.

Finalmente, queremos recordar que, por un lado, el crecimiento a largo plazo solo es posible cuando las compañías se gestionan con integridad, buen gobierno y son responsables tanto medioambientalmente como socialmente y que, por otro lado, la inversión socialmente responsable no es, ni será, nunca una opción, sino una obligación.

Fecha
1 junio 2022

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