Seguramente alguna vez se ha preguntado cómo ciertas empresas, con gran talento entre sus filas y un negocio rentable, acaban al borde del abismo, quebrando y sin saber el motivo exacto de tal suceso. Lo mismo sucede con algunos inversores, los cuales tras muchos años de éxitos y una capacidad extraordinaria perfectamente demostrada, acaban perdiendo todo su dinero (y el de sus clientes) por determinadas decisiones, que en su día creyeron racionales.
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En esta serie de artículos trataremos de profundizar más sobre ello y de cómo los inversores estamos sometidos a nuestro entorno, hasta tal punto de influenciarnos en nuestra toma de decisiones, la cual parece aparentemente racional.
Las finanzas conductuales, o más conocidas como Behavioral Finance, examinan el comportamiento de los agentes de mercado, para comprender cómo los inversores acabamos tomando decisiones. En un entorno tan volátil como es el mercado de valores, dónde las noticias diarias tienen un peso importante en la variabilidad del precio de los activos, es tan importante entender el porqué de los motivos de dichos movimientos cómo saber mantenerse alejado del ruido, conservar la calma y actuar de forma racional.
No siempre es sencillo mantener la serenidad y la compostura a nivel conductual cuando los mercados caen más de un 5% en un día. Los titulares pesimistas invaden los primeros planos y, los inversores, preocupados, se preguntan: ¿Qué está pasando?
En cualquier modelo de valoración de activos, se asume que los inversores toman decisiones de forma racional y que el mercado es eficiente. Se asume, por lo tanto, que los precios son los correctos y que, por ende, no es posible explotar ciertas ineficiencias que podrían servir para obtener rentabilidades superiores a la media.
Todo esto suena muy bien, y sería cierto si quién debe de tomar las decisiones no fuera el único animal del planeta que se tropieza dos veces con la misma piedra: los humanos. El humano, a pesar de estar considerado un ser racional, tiende a tomar decisiones irracionales en determinadas situaciones. Y esta irracionalidad es lo que estudiamos en las finanzas conductuales.
Pero, ¿Cuáles son los principales sesgos no racionales que cometemos los inversores?
Loss Aversion (Aversión a la pérdida)
Antes de empezar. Debe ser sincero consigo mismo y responder las dos siguientes preguntas.
● ¿Prefiere ganar 90€ de forma segura o el 90% de posibilidades de ganar 100€?
● ¿Prefiere perder 90€ de forma segura o el 90% de posibilidades de perder 100€?
La gran mayoría de inversores responden a ganar 90€ de forma segura en la primera pregunta, y la opción con incertidumbre en la segunda. ¿El motivo? La aversión a la pérdida.
A pesar de que el valor estimado de la ganancia y de la pérdida es igual en ambas preguntas, los inversores prefieren evitar pérdidas que conseguir ganancias (a importes iguales) y, por lo tanto, las pérdidas son valoradas de forma psicológica con mucha más intensidad. Este sesgo de conducta no nos hace actuar de forma racional en momentos de estrés de mercado y, por lo tanto, la teoría de agentes racionales desaparece.
Herd behavior (Comportamiento gregario)
Este tipo de conducta proviene de los animales en manada (véase ovejas) y de cómo pueden llegar a actuar. Este tipo de comportamiento describe un grupo de individuos que actúan de forma conjunta, pero sin una dirección determinada. Solo hace falta ver cómo en periodos de burbujas financieras o de estrés de mercado, hay muchos inversores, los cuales a pesar de tener una metodología de inversión clara, empiezan a replicar lo que sus compañeros inversores empiezan a hacer. Es por este motivo que el mercado suele sobre-reaccionar tanto en momentos de pánico como de euforia, ya que muchos individuos se suman al comportamiento de otros inversores y replican sus acciones (tanto de compra como de venta), a pesar de que sus pensamientos previos le digan lo contrario.
Overconfidence (Sobreconfianza)
Bill Hwang, un inversor con sede en Wall Street, anunció a finales de marzo de 2021 la pérdida de unos 20 billones de dólares en un par de días, lo que supuso el colapso de su firma de inversión, Archegos Capital Management, y la pérdida total de su patrimonio. La causa se resume en “apalancamiento más exceso de confianza”. Su caso es la ejemplificación máxima de excesiva confianza y de valorar nuestras habilidades en exceso. Y esto sucede a menudo en el mercado.
Los inversores que empiezan a obtener mejores resultados que el mercado, empiezan a pensar que son mejores que el resto y a tomar decisiones con un mayor riesgo, lo que provoca una mayor exposición al riesgo y que en cualquier situación adversa, pueden verse muy perjudicados, perjudicando muchos años de éxito.
Como inversores no solo tenemos que pensar en todo lo que está pasando en el mercado, estudiar sus consecuencias, qué activos añadimos o quitamos y/o cómo gestionamos el conjunto de la cartera. También es necesario entrenar el estómago, entender cómo actúan las personas, qué hacen y porqué lo hacen. La teoría se aprende. Gestionar los nervios, no. Al fin y al cabo, tenemos que ser conscientes que somos una pequeñísima parte de un universo llamado “mercado” y, además de entender su funcionamiento, debemos entender cómo los otros agentes actúan dentro de este.
El inversor perfecto no existe. En Ginvest lo tenemos claro. Pero nuestra finalidad es, y seguirá siendo siempre, aprender constantemente como inversores. Día tras día. Situación tras situación. Y teniendo siempre presente que, el mejor inversor es quién es capaz de, en momentos de estrés de mercado, ceñirse a su metodología independientemente de lo que haga el resto, pensar de forma independiente e intentar mejorar de forma continuada en cada paso de este largo camino.